Pinceladas de la Vida de Santo Domingo de Guzmán

13.08.2019

Cuando su madre, beata Juana de Aza estaba embarazada con él, tuvo un sueño raro en el cual dio a luz a un perro con una antorcha en la boca corriendo por todo el mundo.

El sueño la asustó y decidió ir a un monasterio para consultar con un monje, él sacerdote le dijo, "No te preocupes, Señora, la antorcha encendida representa la palabra de Dios, Como el perro, tu hijo va a ir por todo el mundo anunciándola."

Domingo de Guzmán nace en Caleruega, una pequeña población enclavada en el interior de las tierras castellanas, en pleno siglo XII.

Esta manera de vivir se inicia en Domingo en la infancia, en su propia familia; crece en Osma y se hace más intensa a medida que crece su compromiso, su vocación de vida apostólica. Oración, contemplación y compromiso apostólico, en él, van medularmente unidos. La oración y la predicación atraviesan su vida. "Tenía por costumbre hablar siempre de Dios o con Dios, en casa, fuera de casa y en el camino" (Proceso de Canonización Bolonia n. VII). "Dedicaba el día a los demás y la noche a Dios, sabiendo que en el día Dios manda su misericordia y en la noche su cántico" (B. Jordán de Sajonia n. 59).

En 1191 vende sus libros en Palencia. La motivación última de la pobreza en Santo Domingo es la urgencia de la predicación. Convierte la pobreza en una escuela de aprendizaje de fraternidad. "No quiero estudiar sobre pieles muertas mientras hay hombres que mueren de hambre" (Proc. Can. Bol. 7)".

En 1206 por encargo del papa predica en el sur de Francia entre los cataros Con un grupo de mujeres conversas de la herejía cátara por su predicación, Domingo fundó el convento de las monjas en la población francesa de Prulla. Aunque fueron de clausura, su convento se llamaba "casa de predicación". Pronto se multiplicaron los monasterios de monjas dominicas que rezaban día y noche para que la predicación del Evangelio moviera los corazones.

Inocencio III le sugiere escoger como base una regla de vida religiosa ya existente, a la cual añadir un estatuto particular y volver a Roma para su aprobación. Domingo y sus frailes escogieron la regla de San Agustín que estaba inspirada en la vida de los apóstoles después de Pentecostés. Consideraron que era la que mejor correspondía a su intuición porque ponía en su sitio la vida apostólica, un modo de vida que imitaba la vida de la Comunidad primitiva de Jerusalén: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan, y a las oraciones".

De esta manera nació la Orden de Predicadores y que fue confirmada el Papa Honorio III el 22 de diciembre de 1216. Y el 21 de enero de 1217 el Papa confirma el nombre de la orden y su misión de Predicadores.En 1217 mando a sus frailes a las principales ciudades de europa

Honorio III escribía así de Domingo en 1217: "Con el fervor del espíritu que les animaba, despojándose del peso de las riqueza de este mundo y estando revestidos con el celo de propagar el evangelio, decidieron ejercer el oficio de predicar en el humilde estado de pobreza voluntaria, exponiéndose a sí mismos a sufrimientos y peligros sin número por la salvación de los otros".

Un rasgo que destaca en la vocación apostólica de Domingo de Guzmán es el amor. Se decía de él que "como amaba a todos, de todos era amado" (J. de Sajonia). Sólo puede hablar del Amor de Dios si se vive en este misterio. Sólo nos dejó como testamento: "Tened caridad, guardad la humildad y abrazad la pobreza voluntaria". Su amor se alimenta en la escuela del seguimiento de Cristo: la compasión. Compasión que es "sentir con", con los otros, es compartir la suerte del otro, es ponerse en su piel, es encarnarse, para así poder acompañarle en su caminar. Por eso se ha afirmado que la compasión en Santo Domingo va asociada a su espiritualidad de encarnación, que implica asumir la condición humana, para ayudar a dignificarla, a liberarla. Significa revestirse, como Jesús, de entrañas de misericordia.

En 1219 visitó Domingo su comunidad de París, que tenía ya más de treinta dominicos, varios de ellos ingresados en la Orden con el título de doctor.

El día 28 de julio de 1220, por la noche, llegó a su convento de Bolonia enfermo. Pero tal como era su costumbre, después de predicar a los novicios, se fue a la iglesia a pasar la noche en oración.

El 1 de agosto no pudo levantarse del suelo ni tenerse en pie.

Llegado el día 6 de agosto, Domingo, exhausto, pronunció el sermón a los frailes y novicios y que será recordado como el más admirable de su vida apostólica. Hizo confesión general y pidió ser enterrado bajo los pies de sus hermanos. Como despedida les prometió: «Os seré más útil y provechoso después de muerto que lo fui en vida».

Al llegar a las palabras: «Llegad, santos de Dios; corred, ángeles del Señor, para recibir su alma y presentarla ante la mirada del Altísimo», un gesto casi imperceptible, un alzar las manos a lo alto y dejarlas caer fue la señal: Domingo había muerto.

Fue declarado santo por el Papa Gregorio IX el año 1234 con las palabras: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".

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